11 de septiembre



Homenaje a la maestra
Por Graciela Muñiz* | 21.9.2009

Pareciera, sin desvalorizar sus aportes a la educación, que el título de maestro con mayúscula y en masculino le cabe solamente a Domingo Faustino Sarmiento. Por eso en el marco de los festejos del Día del Maestro, desde la Defensoría a mi cargo le rendimos homenaje a la mujer, maestra, escritora y filósofa Herminia Brumana.

Descubrir, recrear a esta mujer nacida en Pigüe, provincia de Buenos Aires en 1897, descendiente de italianos y graduada como docente en la Escuela Normal Nacional de Olavarría, es un acto de justicia para ella y todas las mujeres de su generación que lograron enfrentar y superar el paradigma de la modernidad, donde el único lugar que les cabía era el de 'reinas del hogar'. Más aun en su pueblo al que regresa para ejercer como maestra primaria.

Alli comenzaron también a desarrollarse sus dotes literarias; y en 1917 edita la revista con el nombre de Pigüe, dando a luz en 1918 su primer libro de lectura 'Palabritas' destinado a los grados superiores y donde explicaba que escribía '…mas que para el cerebro, para el corazón', ya que el secreto de una vida plena consiste en llenarlo desde pequeño para que luego florezca en sus corazones el anhelo por la verdad.

Continuó su labor como docente en el Gran Buenos Aires y mas tarde en Capital Federal, sin descuidar su otra pasión, la literatura. Publicó ocho trabajos de relatos y ensayos (Cabezas de Mujeres, 1923; Mosaico, 1929; La grúa,1931; Tizas de colores,1932; Cartas a las mujeres argentinas,1936; Nuestro hombre,1939; Me llamo niebla,1946; A Buenos Aires la falta una calle,1953) y escribió once obras teatrales, de las cuales tres se estrenaron.

Viajó a Estados Unidos, México y Europa dando charlas sobre la actividad literaria argentina y su firme postura frente a los problemas sociales.
El 9 de enero de 1954 murió enferma de cáncer. Se organizó entonces la Sociedad Amigos de Herminia Brumana que editó sus obras completas en 1958.

Resulta admirable tanta actividad, tanta creación, tanto compromiso en su corta vida. Si bien debemos reconocer en Herminia Brumana a la maestra y escritora, no son los valores estético-literarios los que marcan el sello de su obra, sino su contenido orientado a denunciar las injusticias sociales, la institución escolar, encerrada en un enciclopedismo que ahogaba el afán natural de los niños por la investigación y el rol de las mujeres de su época, aprisionado por la frivolidad y la resignación a una vida opaca y sin compromiso.

De formación anarco-socialista, no se unió a ningún grupo en particular, de la misma forma que estando ligada a los sectores literarios de Boedo no se integró oficialmente a ellos.

Su obra se dirigió especialmente a los sectores medios argentinos y como ya dije a las mujeres, instándolas a que se hicieran dueñas de si mismas y al lograrlo se convirtieran en palancas de transformación social.

Al evocar la personalidad de Herminia Brumana surge en mi mente la figura de otra avanzada a su época Simone de Beauvoir, nacida once años después en París, criada también en un familia burguesa, escritora y filósofa, cuya tesis existencial marcaba que cada uno es responsable de si mismo.

Ambas han sido niñas de clase media y es a esa mujeres atadas a los convencionalismos a quienes se dirigen para que se conviertan en dueñas de sus propios destinos y al mismo tiempo en transformadoras de un mundo mas equitativo, sin guerras, ni hambre, ni discriminación….

Esas mujeres hoy somos nosotras, y es nuestro ineludible deber continuar abriendo sendas para la construcción de un mundo mejor, como imaginó Herminia Brumana en nuestras tierras y Simone de Beauvoir desde otras latitudes; sabiendo que no es una misión fácil ni a corto plazo, pero entregando la antorcha a las generaciones venideras para que la llama de la lucha por la justicia, equidad e igualdad de oportunidades no se apague jamás.

*Defensora adjunta del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.

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