El abuso sexual y las enfermedades de transmisión sexual son cuestiones fundamentales
que preocupan a padres y docentes.
“El abuso sexual es el contacto sexual, consentido o no, que se da entre un adulto y un menor y abarca conductas que van desde el exhibicionismo hasta la violación. Las estadísticas señalan porcentajes en aumento de niñas y varones que han sufrido algún ataque de abuso sexual antes de los 16 años. Es ésta la más solapada y horrenda de las formas de maltrato infantil. También
es la que mayores trastornos de la personalidad genera. A diferencia del maltrato físico, que es más evidente, este fenómeno tiende a mantenerse en el mayor secreto. El niño recibe la advertencia de guardar silencio sobre una situación que lo mortifica, le produce culpa, y no se atreve a develar por el temor y por la complicidad que toda esta situación provoca. Las sospechas de abuso sexual en los niños se basan, en ocasiones, en síntomas más visibles
tales como dificultades para caminar, quejas de dolores y/o presencia de lesiones en la zona genital y, más aisladamente, síntomas de enfermedades venéreas.”
Asimismo se pueden registrar síntomas que afectan la alimentación:disminución del apetito, dolores de estómago, frecuentes vómitos y dificultades para tragar.
“En otras situaciones es más difícil detectar el abuso, debiendo el docente estar alerta frente a ciertos comportamientos, como alteraciones serias del sueño –insomnio, pesadillas–, llanto fácil, evitación del contacto físico, conductas agresivas y destructivas, problemas de atención y concentración en las actividades escolares. La utilización de un lenguaje soez y la dramatización
de juegos sexualizados inapropiados para la edad, estos comportamientos deben llamar la atención de los adultos. También se debe estar atento frente a ciertas reacciones de gran temor en los niños, como evidenciar rechazo hacia ciertas personas, o no querer acercarse a determinados lugares.
Las situaciones de violación y abuso sexual no siempre acontecen en lugares apartados y tenebrosos, como es la creencia habitual. La mayor parte de estos casos ocurren en la propia casa de la víctima o en lugares frecuentados, y el abusador suele ser alguien de la propia familia o un amigo cercano a la misma. Considerando que los comportamientos de los niños, arriba mencionados, pueden originarse en otras razones, los docentes no tomarán en cuenta la manifestación de estas conductas aisladas sino cuando concurren varias de ellas y extremarán la indagación y la observación de los niños y de su entorno familiar, evitando realizar apreciaciones ligeras a partir de sospechas no corroboradas o intervenciones y denuncias apresuradas.”
Es preciso reconocer lo difícil que resulta enfrentar estas situaciones de modo individual y sin la colaboración de las autoridades y los colegas. Por tanto, será necesario comprometer al equipo docente y habilitar un espacio institucional para la reflexión y la resolución de las posibles situaciones que se presentan, en un marco de confidencialidad y discreción.
“Los niños que conviven con la violencia física y psicológica tienden a reproducir los comportamientos que soportan y, si no son contenidos y atendidos en su sufrimiento, pueden llegar a convertirse en adultos abusadores y violentos.
“Cuando los niños expresan a los docentes el haber sido objeto de maltrato o abuso, se debe creer en sus palabras; los niños en general no mienten acerca de estas agresiones."
“Los mayores temores de los niños residen en sentirse en falta y responsables por los incidentes ocurridos, por lo que es muy importante evitar que se culpen a sí mismos. Es, en consecuencia, fundamental dominar nuestras reacciones, creerles, contenerlos y sostenerlos afectivamente reconociendo que nuestras actitudes y sentimientos de comprensión por lo que han vivido
resultan de gran ayuda para ellos.
“Las sospechas de abuso sexual y maltrato infantil deben reportarse en primer lugar a los equipos de conducción y de Orientación Distrital. Cuando estas agresiones son fehacientemente comprobadas, se deberá informar a las instituciones que se ocupan de esta problemática para que se tomen los recaudos que posibiliten proteger a los niños.”
“Aún se hace difícil llegar a soluciones que resuelvan estos problemas. Algunos profesionales y docentes justifican su falta de intervención y su negación a realizar las denuncias expresando preocupación por las instancias legales. Otros argumentan temor frente a las decisiones que llevan a apartar a los niños de sus familias de origen para dejarlos bajo la tutoría de otras instituciones sociales. Es necesario evaluar cada caso, y actuar en consecuencia.
Las instituciones destinadas a encarar estos problemas trabajan con equipos multidisciplinarios conformados por abogados, psicólogos, asistentes sociales, médicos y otros profesionales que colaboran en la atención de los niños víctimas de abuso sexual y maltrato infantil.
“Muchas situaciones se resuelven con orientaciones y tratamientos familiares o apartando al agresor del entorno familiar. En otros casos son otros familiares los que asumen la tutoría: abuelos, tíos, hermanos mayores, etc. Existen ciertos programas de familias sustitutas que se hacen cargo de los niños temporalmente o hasta su mayoría de edad. Sólo cuando no hay otra
solución los niños son puestos bajo la guarda de instituciones sociales.
“Tal vez lo más importante en estos casos sea lograr que los docentes estén en permanente contacto con los padres de sus alumnos. Conociéndolos y vinculándose con ellos personalmente, los docentes estarán en mejores condiciones de detectar signos de inminentes episodios de abuso y maltrato infantil. Podrán, de este modo, contener a las familias escuchando sus dificultades,
ofrecerles orientación brindando información y recomendar ayuda profesional que colabore con estos problemas.
“Creemos que la multiplicación de estos episodios demanda que la sociedad y las instituciones del Estado comiencen a arbitrar acciones efectivas y sistemáticas que encaren y den solución a estos problemas.”